Era la edición más complicada pero también la más esperada. El Cruïlla volvía al Fòrum después de dos años con todas las ilusiones puestas en la música y los deberes bien hechos. Una de las grandes incógnitas antes de empezar, era ver si el cribado con tests de antígenos que se tenían que hacer cada uno de los asistentes antes de entrar al recinto, saldría bien. Y sí, se puede decir que cumplieron su objetivo con nota. Ni una sola cola en el acceso, que fluyó de maravilla durante los 3 días de festival, gracias en parte, a los 300 sanitarios que se encargaron de realizar las pruebas, y un sistema más que acertado, con el que se accedía a través de la pulsera cashless del festival, que no ocasionó fallos destacados, dieron la oportunidad de que al menos todo el mundo entrara contento y sin problemas. Como dijo el propio Jordi Herreruela, director del festival Cruïlla, «no querían ser parte del problema, sino de la solución», y de alguna forma, lo consiguieron, ya que gracias a este cribado masivo, se han detectado cientos de casos de personas que ahora mismo están confinadas y sin presentar mayor daño al resto de la sociedad.
El tema de las mascarillas es quizás el más polémico y en lo que se han centrado todas las críticas y noticias, porque ya sabemos que en este país nos gusta hacer énfasis solo en lo malo, sin valorar globalmente la situación o compararlo con otro tipos de situaciones que quizás sean hasta más peligrosas y estén menos controladas; pero esa valoración se la dejamos a Fernando Simón. Es evidente que controlar a 25.000 personas era imposible, más que complicado, y aún así creemos que los organizadores pusieron todo de su parte para hacerlo. Con zonas habilitadas en la parte delantera de todos los escenarios, en los que no se podía beber, ni fumar, ni estar sin mascarilla (asiduamente controlado por todos los auxiliares de seguridad que había dando vueltas por esas zonas) podemos decir que, al menos en estos espacios, se cumplieron las medidas de seguridad. Si es cierto, que en las zonas traseras de los conciertos, donde había menos control y sí se permitía beber, había gente sin mascarilla, pero creo que esto ya debe achacarse más a la responsabilidad individual de cada persona y no tanto a la organización que puso todo de su parte para cumplir con lo impuesto.
Tras esta valoración, casi obligada viendo los tiempos que corren, hablaremos de música, que es a lo que fuimos al Cruïlla. Esto es lo que esperamos seguir haciendo en otros muchos festivales y conciertos, ya que nunca está de más recordar que la #CulturaEsSegura.
Festival Cruilla 2021 – Jornada 1 (Jueves 8 de julio)
El jueves empezaba con una cancelación de última hora, ya que Senyor Oca dio positivo en covid por la mañana y esto le impidió salir al escenario, así Sr. Wilson fue el encargado de inaugurar uno de los festivales sin distancias más grande celebrado hasta la fecha en Europa desde que empezó la pandemia. Su mezcla de reggae y dub dio paso a uno de los raperos poperos más conocidos en España: Rayden. Apoyado por su banda, que estaba compuesta por batería, bajo, guitarra, DJ y Mediyama quien le hacía los apoyos vocales, ofreció un setlist a la altura del momento. Sonaron canciones de “Antónimo”, “Sinónimo” y “Homónimo”, su último LP. ‘Don Creíque’, ‘Finisterre’ (donde contó que esta canción salió de una historia de amor en un Cruïlla anterior), ‘Haz de Luz, ‘La Mujer Cactus y el hombre Globo» y su mayor hit ‘Matemática de la carne‘, fueron las canciones más destacadas y aclamadas por el público, que sonreía y saltaba como nunca.
Aún no nos creíamos lo que estábamos viviendo después de tanto tiempo esperando este momento, pero esto no había hecho más que empezar; tras este concierto, cambio de escenario y vuelta al de Estrella Damm para ver a Lágrimas de sangre. Venían a cantar y bailar y eso hicieron, consiguieron con su rap mezclado con reggae y rock que los allí presentes bailaran y disfrutaran, con y a pesar de las mascarillas. Hubo tiempo para la protesta y se acordaron de compañeros de profesión como Hasel y Valtonyc, los cuales han tenido problemas con la justicia por hacer eso, canciones. ‘Blancs Wu-Tank‘ fue el contundente tema que cerró el concierto por todo lo alto.
Rozando las 10 de la noche, llegaba el turno de uno de los momentos más esperados por el público en este primer día de festi, notablemente más joven que días posteriores y que se habían acercado al Parc del Fòrum en busca de rap. Natos y Waor salieron a por todas pero quizás se les veía un poco desentrenados, algo normal después de año y medio de pandemia. Algunos problemas de sonido y afinación no dejaron disfrutar al 100%, pero aún así la contundencia de su propuesta y las nuevas canciones de Hijos de la Ruina, que presentaron junto a su hermano Recycled J, fueron una tralla que se recibió con muchísimo gusto por parte de los presentes. ‘Sudores fríos’, ‘A la tumba’ y sobre todo ‘Más alcohol’ fueron unos «bopazos» que no dejaron indiferente a nadie.
La noche se acababa, y era el turno del cabeza de cartel Kase O; sonó un poco aburrido al comienzo por el estilo de concierto que presentaba, ya que vino con su Jazz Magnetism y quizás no engranaba del todo después de lo arriba que había dejado el listón «Natos y Waor». Pero a medida que se iba desarrollando el concierto fue cogiendo fuelle y demostró por qué es uno de los más grandes en este estilo. Con ‘Ringui Dingui’ despertó un poco la cosa, para llegar a los épicos temazos conocidos por todos como son ‘Mazas y catapultas’ o ‘Ninguna chavala tiene dueño’ de su antiguo grupo «Violadores del Verso». Quizás no era el formato más adecuado para presentar en un festival de estas características, pero el rapero de Zaragoza salió airoso de la situación, incluso se atrevió a hacer una versión de ‘Sopa de Caracol’, muy random todo.
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FOTOGRAFÍAS: Todas las fotografías que ilustran esta crónica han sido disparadas en analógico, con película fotográfica, por Adrián Romero y reveladas y digitalizadas en REVELAB Studio.