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Era un domingo en la tarde (concretamente la tarde del 17 de febrero), pero no, no fuimos a los coches de choque, sino a la discoteca Boogaclub, situada en el centro de Granada. A las seis se abrieron las puertas para dar comienzo a una tarde/noche repleta de música.

El primer turno fue para Dreyma, una banda emergente de Málaga integrada por Cris y Mel, dos jóvenes repletas de talento que se plantaron en el escenario con tan solo una guitarra y sintetizadores para coquetear con ese sonido de pop/rock/electrónica que las caracteriza. Fue un concierto breve que fue ganando en intensidad con el paso de las canciones; si bien comenzaron con ritmos muchos más lentos y pausados, al final se encendió la llama con canciones como «Air», con las que se les fue completamente la cabeza. Es un gusto ver a músicos que disfrutan tanto tocando sus propios temas. A mí siempre me ha gustado verlo como si fuera un rayo de luz rebotando contra una superficie metálica: esa pasión por la música que sale del escenario se refleja en el público y vuelve con mayor intensidad aún.

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Atención al Furby jajajaja

Apenas unos minutos después les hacía el relevo la siguiente banda, Vúfalo, una formación de origen granadino integrada por Sergio Vera (guitarra y voz), Javi Cordovilla (batería), Antonio Nadir (bajo) y Enrique Pérez (guitarra). Desde el primer momento dejaron bien claro a lo que habían ido allí: a hacer rock. Rock duro. Y rock para todos los públicos. Esto último lo digo literalmente, ya que uno de los mayores fans que había allí de Vúfalo no tendría mucho más de 2 años de edad. Es una pena que no podáis ver los bailes que se marcó delante del escenario mientras todo el mundo lo contemplaba entre risas y comentarios de ternura. Si eso no es llevar el rock en las venas, ya me diréis entonces lo que es.

Antes de despedirse del escenario, Sergio Vera -cantante de Vúfalo- no dejó pasar la oportunidad de hacer una cariñosa dedicatoria: «La siguiente canción se la queremos dedicar a nuestro amigo Santiago Abascal. Se titula «Cara de idiota» «.

Los encargados de ponerle el broche de oro a la noche fueron Mucho, banda liderada por Martí Perarnau, que durante esta gira va acompañado por Emilio Saiz (guitarra y sintetizadores) y Xavi Molero (batería). El concierto tuvo una duración de poco más de una hora, tiempo en el cual interpretaron al completo el último disco, ¿Hay alguien en casa? (Kartoffel Kollektiv, 2019), además de dos canciones de su anterior álbum: «Fue» y «El león de tres cabezas».

Cabe mencionar que ¿Hay alguien en casa? es un disco pensado para ser escuchado sin interrupciones y sin alterar el orden de las pistas. Sin embargo, en el concierto ese orden sí que fue alterado, aunque todas las canciones quedaron conectadas unas con otras en una sesión continua de música que más que un concierto podría considerarse una sesión de DJ. Tan solo hicieron un breve descanso antes de tocar los dos últimos temas para agradecer al público su asistencia y presentar a los músicos, aunque un par de «espontáneos» con unas cuantas copas de más le hicieron a Martí bastante difícil la tarea de hablar, interrumpiéndolo constantemente.

Esta foto me encanta. Si tuviera que ponerle un título sería: «Martí Perarnau entre las sombras».
Mucho junto a Dreyma interpretando «Putochinomaricón».

La evolución musical de Mucho es algo más que evidente. Si escuchamos sus discos en orden, podremos ver cómo en el último hay un viraje drástico hacia la electrónica, un cambio que ya se empezaba a intuir bastante en su anterior álbum, Pidiendo en las puertas del infierno (2016), y que en directo se magnifica aún más. Los ordenadores han sustituido a las guitarras, y los conciertos de Mucho se han transformado en una auténtica rave. Ni siquiera la guitarra sonaba a guitarra; los efectos y la distorsión hacían que el sonido se terminara disolviendo entre la masa de música que emanaba de los ordenadores de Martí Perarnau.

 

Por último, quisiera hacer también una mención especial a los cascos de Martí, que a pesar de ser lanzados contra el suelo nosecuantas veces, siguieron funcionando hasta el final del concierto. Mis amigos y yo llegamos a la conclusión de que estaban hechos de acero fundido forjado en las profundidades de Mordor.

Esos cascos están hechos del mismo material que la cáscara de los pistachos que no se abren. Es imposible romperlos.

Fotos: Jose Santos Salvador