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En un país en el que cada día aparecen 11 mujeres asesinadas (un gran número de ellas por violencia machista), en el que la impunidad de los delitos es escalofriante, en el que se esfuma la sensibilidad al hablar de cada mujer desaparecida diaria, en el que su presidente López Obrador, supuestamente “izquierdista”, juzga y ataca al movimiento feminista, daría pocas expectativas positivas para que un disco como Puta pudiera triunfar allí. Sin embargo, algo mágico sucedió.

Este fue el caso de Zahara, quién llegó junto a Martí Perarnaú a México a presentar Puta, un álbum de innegable índole feminista, reivindicativo y crítico. Y no solo esto, también el mejor álbum español de la temporada 2021. Zahara, que llevaba seis años sin actuar en México, estaba deseosa de pisar los escenarios de la capital, al igual de deseosos que estaban sus decenas de fans que le esperaron en el Foro IndieRocks.

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Cuesta explicar lo que allí se vivió. Zahara ha alcanzado un nivel de show de imposible etiquetado. Puede ser algo parecido a una rave mixeada con terapia psicológica. También un lugar donde sentirse libres, escuchados, representados y, ¿por qué no?, lastimados y también sanados. Un lugar donde rompernos para analizar nuestros pedazos y recomponernos después con el orgullo de haberlo conseguido.

Explicar este show es complicado, pero encontrar esa noche a alguien que no derramase una lágrima en algún momento se posiciona como una ecuación de tercer grado en una clase de parvulario. Incluso la artista fue condenada a una emoción perpetua esa noche y fue difícil verla en algún momento sin los ojos vidriosos.

El show dividido en dos, o quizás tres, comenzó en acústico con algunas de sus más antiguas composiciones como “Olor a mandarinas”, “El lugar donde viene a morir el amor” o “Con las ganas”, la cual llevaba sin tocar más de tres años en directo.

Puta se fue desnudando, mientras se ponía sus bragas de electrónica, e iba desfilando sobre el escenario con joyas como “Flotante”, “Canción de muerte y salvación” o “Tylor”. Sin embargo, este no sería el éxtasis de la noche.

Zahara asombró a todos con una rave que rompía por completo la dinámica del concierto y de su cancionero anterior, logrando unos bises espectaculares y longevos. Sin vivirlo, es difícil comprender cómo puedes sentirte en ácidos, estando totalmente libre de sustancias, y llorando y bailando, mientras escuchas la crudeza de versos como “yo estaba ahí dejándome hacer con tal de que acabase de una vez”.

Z ha conseguido dar con la clave de un concierto redondo, único y que a nada se parece ni recuerda. El llanto, el baile, las puñaladas al pecho y la rabia en constante eco tienen cabida en una aparente complicada convivencia. Sin embargo, la gran sororidad y hermandad que entre todas las emociones surge hace que sea un pack conceptual con elementos diversos perfectamente combinables.

Puta ha dado voz a varias generaciones repletas de historias de miedos, trastornos alimenticios y psicológicos, violencia, abusos y violaciones y sus letras han servido como terapia psicológica para desgraciadamente más de los que quisiéramos.

Con su último álbum, Zahara ha demostrado no solo tener un discazo, sino también una cruda radiografía social, un altavoz con el que denunciar y hacerse escuchar y el acompañamiento que muchas víctimas necesitan y se les complica encontrar.

Si en los próximos meses tienen oportunidad de ver a Zahara, por favor, no se la pierdan: está ofreciendo el mejor espectáculo musical de una artista española en la actualidad.

Fotografías: Daniel Luna