¡La tele ya no es lo que era! Cada vez suenas más como tus padres, ¿a que sí? Pero es que, en este tema, tienes (tenéis) razón. La tele ya no es lo que era para los melómanos. [Justifique su respuesta ↓]
Érase una vez un país con solo dos canales de televisión. En 1966, La 2 nacía como el espacio televisivo para la cultura, el deporte y los contenidos de menor audiencia. Y ese fue el caldo primigenio de los programas dedicados a la música en vivo.
3, 2, 1… ¡Grabando!
Cantares (1978), presentado por Lauren Postigo, nació para repopularizar el género de la copla. Por su plató en el Corral de la Pacheca llegó a desfilar el triunvirato folclórico al completo: Lola Flores, Rocío Jurado e Isabel Pantoja. Sobre sus tablas también se escuchó el quejío de Estrellita Castro, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Joselito y Manolo Escobar, entre otros.
Una curiosidad: ¿sabes quién es la voz que habla en el tema de C. Tangana «¿Cuándo Olvidaré?» Pues bien, es Pepe Blanco, y su cameo en la canción de El Madrileño corresponde a un fragmento de su entrevista para el programa Cantares.
En los últimos coletazos de los 70, hicieron su aparición dos programas para dos Españas muy distintas. El primero fue Popgrama (1977-1981), emitido en La 2. El segundo, Aplauso (1978-1983), que se retransmitió en el canal principal de TVE. Y para ser dos programas de la misma temática y producidos en la misma casa, divergían mucho.
Popgrama era un espacio consagrado a la contracultura. El trampolín perfecto para bandas incipientes con cosas que decir. De hecho, Alaska y los Pegamoides hicieron aquí su primera aparición televisiva. Aplauso, en cambio, no pretendía indagar en sonidos experimentales. Su apuesta de programación iba sobre seguro: a los ritmos comerciales que copaban las listas de éxitos.
Los 80: el apogeo de la música en televisión
Eran buenos tiempos para mover el esqueleto. La moda, el ocio nocturno, el destape… Parecía que todo pasaba por primera vez. Y, gracias al éxito que cosechó Aplauso, la parrilla se llenó de apuestas musicales análogas.
La edad de oro (1983-1985) fue el hogar televisivo de la Movida Madrileña. Paloma Chamorro y su cardado (que, por tamaño, merece mención propia) ofrecían un análisis de la actualidad musical, entrevistas y actuaciones en directo. Sus telespectadores vivieron aquí el mejor tupé de Loquillo, el acento más puro de Siniestro Total y la cara más joven y rebelde de Pedro Almodóvar.
Esta década acogió muchos otros programas en la misma sintonía. Caja de ritmos (1983), con Fernando Tena al micro, recibía a la crema y nata de los artistas nacionales. Mientras tanto, Musical Express (1980-1983) invitaba a figuras consagradas dentro y fuera de nuestras fronteras, como los Rolling Stones o Blondie.
¡Y llegaron los videoclips! Tocata (1983-1987) fue de los primeros programas en incluirlos en el programa. La videofórmula fue posteriormente adoptada por Rockopop (1988-1992), que innovó con contenidos como la crónica de grandes conciertos internacionales.
Ambos programas trajeron a Madrid figuras de la talla de A-ha, Tina Turner, Duran Duran, Elton John, Mark Knopfler, R.E.M., Paul McCartney… y una lista interminable.
Con menos música, la caja se hace más tonta
Tras una década muy prolífica de programas con música en directo, en los 90 empezó a mermar este tipo de programación. Aun así, triunfaron algunas propuestas como Música Sí (1997-2004) y la lista de éxitos Del 40 al 1 (1990-presente), con el mítico Fernandisco a los mandos. Desde hace años, Tony Aguilar sigue al pie del cañón repasando incansable cada sábado el ranking musical.
El cambio de milenio agravó la sequía musical que ya acusaba la televisión. De los años 2000 recordamos poco más que No disparen al pianista (2007-2009). Sin embargo, como su nombre indica, este tipo de programas eran ya una apuesta más arriesgada que aparecer en Dodge City sin un revólver a mano. Y murió (ojalá de éxito, pero todo lo contrario) a los dos años en antena.
¿Nos ponemos melancólicos?
Avanzaban los años. Aún había un fino hilo de esperanza al que aferrarse. Las propuestas eran pocas, pero los telemelómanos todavía podían rezar en su altar clandestino (los martes, a las 23 horas, en La 2) a Maika Makovsky en La hora musa (2018-2021). Hasta que la pandemia se llevó por delante también este programa.
Hoy vivimos de archivo y nostalgia. El monopolio de Radiotelevisión Española sobre los programas de los que hemos hablado le ha permitido continuar nutriendo sus zappings y recopilatorios con recuerdos de aquellos maravillosos años.
Virginia Díaz presenta Cachitos de hierro y cromo (2013-presente), un viaje musical a las entrañas del archivo de RTVE. En cada episodio, el programa explora un tema: Eurovisión, letras de oro, italopop, versiones… Y ese es el último reducto que le queda a la música en la televisión.
Música y televisión. Televisión y música. Un binomio perfecto. Una simbiosis que, con los años, se ha quedado coja. Ojalá algún productor iluso siga siendo fan de los programas de variedades. Y quizás, solo así, la música durará un poco más en la televisión y este artículo no terminará con una carta de ajuste.